Otra
vez, puntual, como siempre, cada cuatro años los juegos Olímpicos nos trasladan
a un universo de esfuerzo, de superación, de deportividad, de valores
positivos, en suma.
Durante
dos o tres semanas nos olvidamos de los sempiternos Messi, Cristiano, Madrid o
Barça que habitualmente copan, monopolizan los espacios deportivos de diarios y
telediarios.
Vuelven
a surgir las figuras de los deportes minoritarios, las estrellas del hockey,
del bádminton o del tiro con arco; esas de las que nadie volverá a oír nada,
salvo honrosas excepciones, hasta dentro de otros cuatro años. Por detrás
quedan miles de horas de entrenamientos, de lesiones superadas a base de
sacrificios personales, tanto físicos como económicos la mayor parte de las
veces, de pequeñas frustraciones y satisfacciones repartidas a discreción en el
día a día de estos deportistas, de élite en cuanto a sus resultados, que no en
compensaciones económicas.
Y
como no, vuelven a surgir los enterados; esos que creen saber de todo, que
dicen dominar cualquier especialidad deportiva, y que siempre saben con
antelación las medallas a conseguir y las decepciones que, a pesar del trabajo
realizado, también llegan.
A
Uno de éstos le oí comentar inicio de los Juegos que el baloncesto este año
nada, ni masculino ni femenino, “no tenemos nada que hacer”. El agorero
continuaba diciendo que en España no hay más que “paquetes” y que no se
conseguirían más de cuatro o cinco medallas.
En
fin, disfrutemos de los Juegos y de nuestros deportistas.