Siendo
como son, los griegos, ya de antiguo buenos estrategas y, acostumbrados como
están, los griegos, ya de antiguo a la libertad de comercio, que se encargaron
de expandir por todo el Mediterráneo dando lugar, de paso, a la famosa dieta del
mismo nombre, pensaron que nada mejor que unir todos estos conceptos y ganarse
a sus socios europeos a través del estómago.
Con
esta premisa llegó el mandatario, el griego, a la reunión del todo o nada con
el resto de mandatarios, los europeos, que le asediaban, le rodeaban, le
instaban; pero después de varias horas el griego, impertérrito, en un gesto de
“dejadme solo” y, antes de bajarse los pantalones, optó por quitarse la
chaqueta, remangar la camisa y pedir unos fogones — Os vais a comer a mi país —
les dijo altanero, desafiante — pero no os guardaremos rencor, o quizá solo un
poco, por eso, para que vayáis abriendo boca, os voy a preparar la auténtica
musaka griega, el plato típico y os iré relatando como lo hago. Primero se
cogen las berenjenas, turcas por supuesto, y se cortan en rodajas que se dejan
reposando con abundante sal, como no, procedente de Alemania. Ponemos a pochar
a fuego lento en una sartén las famosas cebollas inglesas y los ajicos
españoles, todo ello cortado previamente en trozos pequeños. Una vez haya
pochado, añadimos la carne picada de los corderos de Gales y rehogamos bien
todo junto añadiendo poco a poco la pimienta negra importada de Letonia así
como el tomillo portugués y el romero polaco; revolvemos bien evitando que la
carne se pegue a la sartén y le echamos entonces el indefectible vino blanco de
la dulce Francia. Una vez se haya consumido el vino, siempre a fuego suave,
corregimos de sal y retiramos.
Mientras
tanto, en otra sartén vamos a freír, como no, en aceite de oliva español, las
rodajas de berenjena ya desaladas, vuelta y vuelta, que se frían bien pero que
no endurezcan, ya saben, como si estuvieran negociando unas condiciones
económicas, que queden abrasadas pero no rígidas. Cuando las veamos en su punto
las sacamos y dejamos que escurra el exceso de aceite.
Volvemos
a la carne a la que ya se le debe de haber evaporado todo el alcohol del vino
blanco, así que añadimos el tomate frito, naturalmente tomates italianos, y la
canela en polvo, sin pasarse que es de importación de fuera de la Unión Europea
y ahí sí que no gastamos. Dejamos que la mezcla se cocine a fuego lento unos
veinte minutos para que todos los sabores se mezclen adecuadamente y ya podemos
montar la musaka.
Para
ello vamos incorporando a la fuente del horno capas de rodajas de berenjena y
de la carne picada cocinada, alternativamente, hasta rematar con una bechamel
procedente de la mejor cocina francesa y, antes de meter al horno, le damos el
toque final con queso fundido traído especialmente de las mejores queserías
danesas.
Como
verán, señoras, señores, se quieres ustedes comer a Grecia y en realidad lo que
se van a comer es a toda Europa. Que les aproveche.