miércoles, 29 de junio de 2016

¿QUÉ APOSTAMOS?



Recuerdo un programa, un concurso-espectáculo de televisión, allá por los años noventa que presentaba el incombustible Ramón García junto con la no menos incombustible Ana García Obregón, en el que una serie de famosos apostaban sobre la consecución o no de realizar unos retos, mayoritariamente imposibles y/o absurdos, que concursantes anónimos se proponían a sí mismos. Los perdedores en la apuesta terminaban el programa remojados bajo una ducha.

Me viene a la memoria por la similitud entre la trama de ese concurso-espectáculo y la situación política actual de “esta nuestra comunidad”. Efectivamente, a la vista de todo lo que está pasando en estos últimos seis o siete meses, creo que tenemos la sensación de estar en un espectáculo continuo, en el que los concursantes políticos pasean sus ridículos por cualquier plató de televisión; en el que son constantes los debates que nos recuerdan al camarote de los Hermanos Marx.

Sí, seguro que ya se habrán dado cuenta, en este caso los concursantes que proponen los retos son los famosos y los anónimos somos los que apostamos. En el programa de televisión había un súper reto final, una especie de traca inverosímil y absurda que era la que provocaba el duchazo del perdedor. En nuestro actual espectáculo, los famosos concursantes-políticos  ya nos han puesto sobre la mesa el súper reto: La tercera vuelta de las elecciones para Diciembre. ¿Qué apostamos?

Personalmente estoy convencido que lo conseguirán, y les aseguro que no seré yo el que termine bajo la ducha.

lunes, 27 de junio de 2016

ES EL MOMENTO



Ya está. Ya han pasado las elecciones. Se acabó el 26-J. Y como era de esperar, les hemos dado prácticamente la misma respuesta que el 20-D. Porque no era que nos hubiéramos equivocado al votar, como parece que nos han hecho creer, culpabilizándonos de su inutilidad para desbloquear la situación. No, ni mucho menos. Por eso el resultado está ahí. Más de lo mismo. Ahora salen diciéndonos que nos tranquilicemos, que tengamos serenidad, que les dejemos pensar, reflexionar, que van a montar mesas de pensantes que negocien, que no es momento de precipitarse….

Señores políticos electos, diputados, senadores, creemos que este pueblo ha demostrado sobradamente toda la serenidad del mundo. Durante seis meses hemos soportado como uno tras otro tiraban por la borda nuestro mensaje, nuestro mandato. No creemos prudente por parte de ustedes que nos vengan ahora con nuevas exigencias de serenidad. No creemos que sea momento de reflexionar, para eso han tenido ustedes tiempo más que suficiente durante estos seis meses, en los que no les ha dado la gana de hacerlo. En los que se han dedicado a marcarse líneas rojas. En los que han dado más primacía a sus egos que a nuestras demandas. No. Nos tranquilizamos ni nos serenamos. Ya no queremos.

Lo que sí creemos, es más, estamos absolutamente seguros, es que ha llegado el momento de que ustedes, sí, ustedes dejen de hacer el gandul y se pongan a trabajar de una… vez.

lunes, 20 de junio de 2016

EL PORTERO

Estábamos desolados, abatidos, tristes. Todas las ilusiones que nos habíamos creado, los sueños vividos una y mil veces,… todo roto, por los suelos. ¡Y ni siquiera habíamos jugado!

La historia se había iniciado con la convocatoria de la sociedad de festejos de un torneo de fútbol para menores de doce años que se celebraría durante el mes de fiestas de la ciudad, y en el que podría participar cualquier equipo, bien fuese federado o, simplemente, un equipo formado por los amigos del barrio, siempre y cuando mantuviesen una uniformidad. Parece una tontería, pero a finales de los años sesenta conseguir una equipación de diez o doce camisetas y pantalones iguales para uniformar un equipo de fútbol no era moco de pavo.

Ya nos veíamos triunfando por todo lo alto. No es que fuéramos un equipazo, al menos en lo que al juego se refiere, pero éramos un equipo con mayúscula porque éramos los amigos del barrio de toda la vida. Llevábamos jugando juntos desde que aprendimos a andar, nos queríamos, nos admirábamos; nuestra unión, nuestra pandilla tenía más importancia incluso que la familia.

En cuanto supimos de la convocatoria nos pusimos a planear la forma de conseguir los “trajes de futbolista”, como decíamos antes. Visitamos a todos los comerciantes del barrio intentando conseguir un patrocinador, pero no estaban los tiempos para esas alegrías, nos dijeron, y el márquetin y la esponsorización no eran términos muy conocidos en la época. Lo que si conseguimos fue que una fábrica de galletas que se había instalado recientemente en la zona, nos cediera un lote surtido de todo lo que fabricaba, pastas, galletas,… y se nos ocurrió la idea de rifarlo entre todos los vecinos. Confeccionamos a mano las papeletas y nos dedicamos a ir casa por casa, por todo el vecindario, vendiendo nuestra rifa de galletas.

Se nos puso la piel de gallina el día que salimos de la tienda con nuestras camisetas, blancas con una línea roja en diagonal cruzando el pecho, “cómo las del Rayo Vallecano”, dijo Regino que era el más enterado de deportes porque leía el As todos los días.

Lo de entrenar para el torneo ni siquiera nos lo llegamos a plantear, ¿para qué?, simplemente jugábamos al fútbol todos los días, a todas horas, en la plaza, en el descampado, en la calle, interrumpiéndonos cuando, de vez en cuando, pasaba algún coche; incluso en un foso que habían hecho al lado de la iglesia nueva con intención de poner un estanque, pero que nunca habían llegado a echar agua. No era muy grande, pero se podía jugar dos contra dos, sin porteros y utilizando las paredes. Quién iba a decir que con el tiempo…

El bajón nos llegó de improviso, sin que nadie contase con ello. El día que fuimos a inscribir el equipo en el torneo. Fuimos todos juntos, ¡faltaría más! El encargado de tomarnos los datos se dirigió a Manuel, nuestro portero.

     ¿Y tú que eres, el entrenador o el masajista?
     ¡Nooo!, el portero – contestamos a coro
     Huy pues, ya lo siento, pero eso na va a ser posible. No te puedo apuntar teniendo esa pierna así.

Nos quedamos atónitos, mirando para la pierna derecha de Manuel, la que llevaba, como había llevado toda la vida, metida en el armazón de hierros a causa de la polio.
Javier, que era el que más reflejos tenía y mejor sabía dirigirse a las “personas mayores”, contestó acto seguido.

     Pero oiga, que eso no le impide jugar, que es el mejor portero que hay, y además el aparato se lo quita para jugar sin ningún problema.
     ¡Que no!, no insistáis chicos. Si queréis que os inscriba al resto, no hay problema. Pero él – señalando a Manuel con el índice acusador – no puede jugar.

     Pues si él no juega, nosotros tampoco.