jueves, 17 de noviembre de 2016

ATRACO

No tendría más de catorce años y su futuro ya aparecía más negro que una bocamina de carbón. Ahí estaba el chaval, en el suelo de la farmacia, tumbado boca abajo, con la mirada perdida en la navaja que había caído tres metros más allá, las manos esposadas a la espalda. Un policía estaba ayudando a la farmacéutica; la pobre mujer había sufrido un ataque de ansiedad. Su compañero hablaba por la radio con la central:

  - Nada, un crío con una navaja en una farmacia... No, no hay heridos... ¿Drogas?, no, no parece. Insiste que solo quería vendas y algo con lo que curar a su madre... Sí, que al parecer su padre le ha dado una paliza… No, no podemos ir a su casa, se niega a darnos la dirección. Dice que su madre se moriría de vergüenza.