sábado, 29 de octubre de 2016

INCENDIO EN BILBAO



No viene al caso el motivo, pero la cuestión es que aquel día estaba allí, en Bilbao. Un asturiano residente en Pamplona y que los fines de semana, de forma sempiterna, viaja a Zaragoza, a ver cómo crece la nieta.

Pero ese día de mediados de junio mi mujer, que no conduce, se empeñó en que la llevase a Bilbao, que estaban allí, pasando unos días, un par de antiguas compañeras de cuando trabajaba en Madrid y le apetecía verlas, recordar viejos tiempos y ponerse al día de los nuevos. Cosas de mujeres, supongo.

Una vez la hube dejado en el lugar de la cita, y sin nada mejor que hacer hasta después de la hora de comer, comencé a pasear sin rumbo fijo, recordando anteriores estancias en la ciudad, tomando nota de los cambios producidos; el tiempo acompañaba e inducía al vagabundeo. 

En éstas que, pasando por la Gran vía, me topo de frente con El Corte Inglés y pienso que podría aprovechar el tiempo para renovar mi vestuario de runner aditivo (cuando empecé, hace cincuenta años, a eso se le llamaba simplemente correr, pero los tiempos cambian). Miro el directorio y compruebo que la sección de deportes está en la última planta, la séptima, y allí me dirijo.

No había mucha clientela, al fin y al cabo un jueves a las once de la mañana no parece que sea hora punta para comprar una bici, o un bate de béisbol, o unos guantes de boxeo. Pero como los dos dependientes que vi por allí estaban ocupados colocando raquetas de paddle en un expositor, me despaché yo mismo lo que quería probarme. Cogí un par de mallas, tres camisetas técnicas y dos chándales y me metí en los probadores para ver que tal me quedaban. Luego, pensé, pasaré por donde las zapatillas a ver si tienen alguna oferta. 

Con bastante dificultad, debo reconocer, pero me las arreglé para probarme todas las prendas sin necesidad de quitarme los auriculares de las orejas; estaban dando un programa especial sobre la crítica reunión que en esos momentos mantenían los ministros de economía y finanzas de la eurozona para evitar la crisis griega, y era algo que me interesaba sobremanera, no quería perderme ni una palabra.

No sé cuánto tiempo estaría en el probador, tal vez unos veinte minutos, quizá menos. Finalmente, cuando salí, portando en la mano derecha las prendas que había decidido comprar y en la izquierda las desechadas, me encontré completamente solo en toda la planta. No había nadie, ni empleados, ni clientes, nadie. Me quedé bastante extrañado pero, al fin y al cabo ya dije que no era una hora punta, así que me dirigí a la caja más cercana y me dispuse a esperar pacientemente la llegada de un vendedor que me cobrara; mientras seguía escuchando las salidas de pata de banco del ministro Varoufakis en su pelea contra el mundo.

Llevaría como cinco minutos a pie firme, esperando, cuando noto que alguien, que lógicamente no había oído llegar, me toca por la espalda. Me vuelvo esperando encontrarme la sonrisa excusante del empleado y casi me muero de miedo al encontrarme frente a frente con un tipo de casi dos metros, disfrazado de bombero naranja reflectante, casco incluido, que me mira con ojos iracundos mientras no deja de hacer aspavientos con las manos. No se me cayeron las prendas al suelo porque previamente las había dejado encima del mostrador, así que utilicé las mías (las manos) para quitarme los auriculares de las orejas y poder escuchar lo que me estaba diciendo. El tipo, a su vez, se quitó la máscara que le ocultaba la nariz y la boca, y me dijo, o más bien, me gritó increpándome:

   ¿Qué coño está usted haciendo aquí?, ¿no se ha enterado que hay un incendio en la azotea, justo encima de esta planta, y que han dado orden de desalojar el edificio?

La cara que se me debió de quedar tuvo que ser lo suficientemente gráfica ya que el bombero no precisó de ninguna otra respuesta. Me cogió por el brazo y, medio en volandas, me llevó escaleras abajo, los siete pisos, hasta sacarme a la calle. Creo que se quedó con ganas, incluso, de darme una patada en el trasero.

En aquel instante decidí que seguramente no me sería difícil encontrar mejor  momento para mirar las ofertas de las zapatillas.