viernes, 2 de septiembre de 2016

MOSTRUOS Y DEMONIOS



Y después ¿qué? Todo parece indicar que, si nadie lo remedia, en navidades estaremos nuevamente votando, y no con entusiasmo precisamente. Y parece que “nadie” no está por la labor de remediar nada. Pero, ¿soluciona algo una tercera convocatoria a las urnas? Además de ser una vergüenza y una auténtica tomadura de pelo, me temo que una vez escrutada la cada vez más exigua recolección de votos, volveremos a estar en la misma tesitura que después de las primeras o las segundas votaciones. Por eso mi pregunta inicial, “y después ¿qué?”. ¿Unas cuartas? ¿Unas quintas elecciones? ¿Hasta cuándo? ¿Cuántos más despropósitos disparatados nos harán padecer?

Están consiguiendo, no sólo que la ciudadanía, anónima y siempre a pie, se cabree mucho, de verdad; sino que se empiecen a cabrear los poderes fácticos, esos invisibles que son los que realmente manejan el cotarro y que necesitan un gobierno de verdad, no en funciones, un gobierno que les sirva de pantalla, al que poder apretar, exigir, exprimir, chantajear, corromper,… pueden añadir todos los infinitivos que se les ocurran.

En otras épocas, no tan lejanas, esos poderes fácticos se identificaban con el ejército, o con la iglesia. Hoy día, el único Poder (con mayúscula) reconocido que mueve voluntades y moldea la sociedad a capricho es el dinero.

El cabreo de ese poder es peligroso, además de tremendamente sibilino, porque no se le ve, ni se le oye; actúa sin avisar y, una vez se pone en marcha, difícilmente se le puede parar. Más nos vale idear alguna fórmula que nos ponga de acuerdo, cualquier cosa nos puede valer, todo antes de que se despierte el monstruo. La última vez nos costó tres años de guerra y un millón de muertos. No tentemos al destino.

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