La
otra noche, en uno de esos letargos insomnes fruto de la calorina, mientras
dejaba que la televisión hiciese el trabajo de las ovejas, tuve ocasión de ver
una serie que, entre cabezada y cabezada, logró captar mi atención.
Se
trataba de un personaje, sumamente atractivo, que con tan solo una profunda
mirada a los ojos lograba que la gente sacase a relucir sus más profundos
secretos y deseos, o sus deseos secretos, sin la conjunción. El hecho de que el
personaje fuese la personificación del diablo no deja de ser circunstancial.
La
cuestión es que, seguramente producto de esos rigores calenturientos, me puse a
divagar y se me ocurrió que quizá no fuese mala idea que importásemos un
personaje similar para que interviniese en nuestra realidad nacional. Me
explico; una persona que con esas capacidades y con patente de corso, se
encargase de ir entrevistando uno a uno a todos nuestros insignes líderes
políticos, logrando que cada uno de ellos reconociese y sacase a la luz sus más
profundos deseos. Doy por supuesto, dado que son nuestros representantes, que
esos deseos de nuestros líderes coinciden con los nuestros, con los de la
mayoría de los españoles por ellos representados, y que pasan por conseguir que
todos ellos luchen unidos por conseguir lo mejor para nuestro país, que busquen
entre sus afinidades en lugar de mostrarnos tan solo sus diferencias,
consiguiendo así, de forma inmediata, casi mágica, una investidura, un gobierno
y unas ganas de trabajar que todos dicen tener, aunque sea con la boca pequeña.
Sería
bueno, aunque fuese tan sólo una coalición satánica fruto de una calentura de
verano.
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