En
estos últimos tiempos, días, oigo, cada vez con mayor frecuencia, hablar del sorpasso. Todo el mundo, político se
entiende, habla sin parar del sorpasso.
Supongo que, como todas las modas, el adoptar extranjerismos para definir
situaciones perfectamente definibles en román paladino, no deja de ser un
esnobismo intelectualoide y, como tal, espero que transitorio y deseo que
corto.
Lo
sorprendente (o quizá no tanto), es que ese esnobismo no deja títere sin
cabeza: “El presidente de Aragón, Javier
Lambán, ha dicho hoy que no cree que se vaya a producir el "sorpasso"
de Podemos al PSOE en las próximas elecciones”. “Felipe González duda de que
haya 'sorpasso' de Podemos e IU”. “Susana Díaz, ha asegurado hoy que el
"sorpasso" de una coalición…”. “El CIS garantiza el sorpasso de
Podemos e IU sobre...”. “Podemos dice que no pretende "el sorpasso al
PSOE". Y así hasta la infinitud. ¡Qué lástima!
A mí
lo del “sorpasso” me recuerda a una
monja de clausura que conocí hace algunos años, se llamaba Sor Proserpina, pero
todas sus correligionarias la llamaban Sor Paso porque era la hermana portera y
porque, que quieren que les diga, lo de Proserpina…
A
los políticos (y a los medios de comunicación) les debe de pasar lo mismo, que
no les gusta la palabra “adelantamiento”,
o no la conocen, vaya usted a saber. Bueno, por mi parte yo me voy a saber.
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