Hace
años, no muchos, este país estaba copado por la clase media; se podría decir
que la mayoría pertenecíamos a una clase media que, al contrario que el
planeta, se expandía por los polos; algunos, por arriba, deseando que sus
patrimonios pasaran desapercibidos; muchos, por abajo, luchando porque fueran
sus deudas las inadvertidas. Mucho postureo, mucha apariencia, pero ¡Qué
tiempos aquellos!
¿Volverán, cual golondrinas primaverales? Se
hace difícil creerlo, a pesar de lo que se esfuerzan todos los telediarios
ofreciéndonos, día sí día también, indicadores económicos halagüeños que
señalan una inequívoca salida de la crisis. No se vislumbra esa posibilidad,
aunque los partidos políticos, todos casualmente, se apuntan al carro de los
vencedores. Unos cual gladiadores que se batieron con todos los enemigos
posibles; otros, erigiéndose en paladines de un nuevo orden social entonando
seductores cantos de sirena.
En
cualquier caso, es notorio que ninguno, del uno al otro confín del hemiciclo,
parecen preocupados por la desaparición (¿extinción definitiva?) de la otrora
influyente clase media. Les pasa desapercibido el que, desde ong´s como
Intermón Oxfman, hasta fundaciones como la del BBVA, marquen un alarmante 38,5
% como la cota de familias que están en situación de vulnerabilidad. En España,
claro.
Seguro
que los datos de Venezuela les son mucho más familiares.
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