jueves, 28 de mayo de 2015

MITIN ELECTORAL

Este suceso que les voy a relatar ocurrió durante la campaña electoral de las elecciones municipales que finaliza precisamente hoy.
Me encontraba en una pequeña ciudad tirando a mediana, capital de provincia, sin otra cosa mejor que hacer que pasear, casualmente, cerca de la plaza de toros, donde varios operarios de una caravana electoral se encontraban descargando el instrumental necesario para el mitin que esa misma tarde noche tendría lugar en el recinto.
A falta de mejor entretenimiento entré en la plaza para ver cómo iba tomando forma, la decoraban, la disfrazaban para adaptarla a la imagen que el partido quería ofrecer a sus seguidores. Por un momento me quise sentir como si fuera un jubilado viendo como un grupo de obreros trabajan en una obra de una calle cualquiera.
Poco a poco el escenario fue incorporándose, las banderas y pancartas se distribuían por el recinto, los equipos de sonido con cientos de metros de cable se desparramaban aquí y allá, se trabajaba con diligencia, con profesionalidad, cada hombre sabía lo que tenía que hacer y cuándo hacerlo. Uno de los técnicos de sonido dijo, dirigiéndose a los guardias de seguridad, que necesitaba una persona que hablase por el micrófono mientras probaban la correcta ubicación de los amplificadores, así que uno de ellos, el que parecía más joven, se subió al escenario, cogió el micrófono y comenzó a hablar más o menos así:
“Señoras, señores, buenas tardes y bienvenidos. Ante todo quisiera darles las gracias por decidir dedicarme su tiempo, espero que cuando esto termine no lo consideren perdido”
Este inicio fue suficiente para que dejase de preocuparme por el hombre que estaba haciendo equilibrios en el tejado colgando una de las pancartas y le prestase toda mi atención al guardia que, un poco tenso, permanecía rígido en el centro del escenario.
“Como seguramente no se les escapa, estamos ante uno de los acontecimientos más relevantes de nuestra ciudad, unas elecciones municipales que decidirán quién queremos que se encargue de gestionar nuestra vida pública en los próximos cuatro años. Por lo tanto me van a permitir que no les hable hoy del aumento o disminución de los presupuestos generales del estado, ni de su redistribución; tampoco les voy a hablar, si no les parece mal, de la subida o bajada del IVA, del impuesto de sucesiones o del de actos jurídicos documentados; estarán de acuerdo conmigo en que todos esos asuntos, y muchos otros similares, con ser realmente importantes, no deben ser motivo de disquisición en este foro, ni la corporación municipal tendrá mucho que hacer o decir al respecto”.
El orador había ido ganando confianza con el entorno, moviéndose de uno a otro lado del escenario micrófono en mano mientras, con la mano libre comenzaba a accionar tímidamente. Los operarios que trabajaban bajo el escenario, los técnicos de sonido, los funambulistas de las banderas, sus propios compañeros de seguridad, todos, poco a poco habían ido cesando en su actividad, volviendo su atención hacia el conferenciante. Uno de los técnicos de sonido, el que había solicitado su intervención, se levantó diciendo “bueno, creo que ya está bien…”, no pudo continuar, sus propios compañeros le retuvieron instándole al silencio, “cállate, déjale que siga”. El segurata, que se había desprendido de la gorra del uniforme, se aflojó la corbata, se acercó al borde del escenario y se sentó dejando que las piernas le colgasen, siguió hablando, más íntimo, inclinándose hacia adelante.
“De  lo que en realidad quiero hablarles hoy es precisamente de nuestro pueblo, de nuestra ciudad, de las cosas que nos preocupan en el día a día, de los problemas que se nos presentan y de cómo podemos solucionarlos, no yo, o la persona que resulte elegida, sino entre todos, aportando cada uno lo mejor de nosotros para que todos nos beneficiemos. Sí, quiero hablarles de los atascos del tráfico en las horas punta que se suceden un día sí y otro también; de cómo podemos organizar o programar los semáforos para que ese tráfico sea más fluido; de cómo podemos optimizar, mejorar y ampliar la red de transporte público para que la mayoría de nosotros nos convenzamos de que utilizar nuestro coche no es la mejor opción, ni la más barata, ni la menos contaminante; de cómo podríamos hacer que ese transporte público llegue a todos los barrios por igual, por igual de bien quiero decir, no como ahora que llegan igual de mal, no, igual de bien de frecuencias, de horarios, de calidad de los coches, buses, trenes, igual de bien de limpieza o de vigilancia en los transportes; de cómo podríamos racionalizar el servicio de recogida de basuras para evitar que nuestras calles huelan mal y estén sucias, conjugando la periodicidad con el horario para no entorpecer el tráfico por el día con los camiones por las calles, ni el descanso nocturno de la gente que trabaja con el ruido por las noches; de cómo podemos promocionar nuestra ciudad y sus espacios culturales para conseguir atraer congresos, exposiciones, eventos que la conviertan en un destino habitual en los circuitos de turismo cultural y deportivo; para eso tendremos que disponer de una atractiva red de restauración en todos los niveles, desde el hotel de cinco estrellas a la pequeña taberna de barrio, por lo que desde el ayuntamiento habrá que facilitar y abaratar la obtención de licencias municipales para que los establecimientos actuales puedan hacer las reformas necesarias que les aporte un plus de atractivo, o para que se abran nuevos establecimientos que amplíen la oferta”.
No me había dado cuenta de tan absorto que estaba, pero poco a poco, por las distintas puertas de  la plaza, había ido entrando gente que, desde la calle, atraídos por el volumen del sonido y lo que allí se estaba diciendo, no querían perdérselo. Se habían ido aproximando al escenario, rodeando el punto donde el guardia, que ahora se incorporaba nuevamente, seguía hablando levantando varios semitonos la intensidad de la voz.
“De cómo se puede llevar a cabo, de forma permanente, la operación asfalto o, por decirlo de otra forma, que no exista tal operación asfalto sino que permanentemente nos vayamos ocupando de reparar y mejorar las aceras y el asfalto de las calles a medida que se detectan los defectos, sin necesidad de esperar a que una vez al año estrangulemos la ciudad con varias obras a la vez por todas partes; de cómo sería posible hacer más atractiva nuestra ciudad dotándola de más parques, mejorando los que tenemos, cuidándolos con regularidad, segando cuando es necesario, podando en su tiempo para evitar accidentes; de cómo hacer más habitable y sostenible la convivencia entre coches, peatones y bicicletas, aumentando el número de kilómetros de carriles bici; de la transparencia que debe regir en todos los concursos municipales donde se decida cualquier tipo de concesión o contrato para no dar margen alguno a la existencia de gestoras intermediarias que favorezcan o incluso garanticen el éxito a cambio de sustanciosas comisiones; de cómo debe de ser la actuación de la policía municipal para que, en su presencia, nos podamos sentir aliviados en lugar de sentirnos acosados”.
A estas alturas el albero de la plaza estaba atestado de gente y las gradas empezaban a poblarse de curiosos. El guardia se aproximó al extremo del escenario y se quedó mirando fijamente a la multitud, silencioso; lentamente levantó su mano libre con el dedo índice extendido y habló nuevamente.
“Pero no, no vengo a prometeros nada, absolutamente nada de todo lo que he dicho, porque no estoy en condiciones de prometer lo que no sé si podré cumplir. Lo que sí me siento capaz de deciros es que creo firmemente en todo ello, que eso es lo que quiero para mi ciudad y que si me lo permitís, voy a luchar a muerte por conseguirlo; y voy a luchar también para que todos vosotros os sintáis partícipes de lo que hagamos, haciéndoos llegar todas las decisiones que se tomen así como los motivos que nos inducen a tomarlas; para ello nos tenemos que acercar a los vecinos, tenemos que ser accesibles, por eso, quiero comprometerme a situar en cada calle, en cada barrio, una persona de vuestra confianza, cercana, un vecino elegido por vosotros mismos que se encargue de recoger todas las inquietudes, todas las quejas, todas las reclamaciones y sugerencias que se os ocurran, que queráis aportar, de palabra o por escrito, con la seguridad de que todas serán estudiadas y atendidas, o desatendidas si no procedieran, pero que todas se contestarán, porque ese vecino, ese representante, tendrá que ganarse también vuestro respaldo y vuestro respeto. También estoy en condiciones de prometer, esto sí, que en caso de resultar elegido no me presentaré a la reelección dentro de cuatro años, porque estoy completamente seguro que entre todos nosotros hay muchos, muchísimos, que tendrán ideas estupendas que llevar a cabo y tantas ganas como yo de trabajar para hacerlas viables. Todos tenemos el derecho y la obligación de luchar por una ciudad mejor, de querer hacer de nuestra ciudad, un buen sitio donde vivir.”
Se quedó allí, de pie, la cabeza baja, mirando hacia el suelo, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, aparentemente exhausto. Durante unos segundos no se oyó nada en la plaza, tan solo el graznido de unos pájaros que pasaban revoloteando en aquel momento; de repente, desde uno de los pisos superiores de la grada empezó a resonar un aplauso, pausado, una palmada, otra, después otra más, a este primer aplaudidor se le unieron algunos más, y al poco la plaza entera explotó repentina, simultánea, atronadora, en una ovación como no se recordaba en las mejores tardes de toros. Nadie salía de su asombro, por fin alguien hablaba de las cosas que la gente necesita saber, hablaba sobre lo que de verdad importa. Desgraciadamente tan solo se trataba de una prueba de sonido, pero sonaba tan bien…

Este suceso que les acabo de narrar, al contrario de lo que les decía al comienzo, no ha sucedido. Pero hubiera sido bonito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario