lunes, 25 de mayo de 2015

DIÁLOGO ESCULTÓRICO

(Relato presentado al XII Concurso de Relato Breve Museo Arqueológico de Córdoba)

     Padre, llevo horas en esta posición, ¿aún falta mucho?
     ¡No seas quejica! Ya no eres ningún niño.
     Pero es que estoy muy cansado y además, me están esperando mis amigos para ir a cazar.
     ¡Vamos, vamos, ya estamos acabando! Yo a tu edad ya estaba enrolado en la legión como asistente, eso sí que era duro y no lo que tú estás haciendo.
     Si, padre; sabes que respeto profundamente tu historia, pero es incómodo que me compares constantemente contigo. La vida es ahora mucho más sencilla, más tranquila y más civilizada que en tu juventud. Reconócelo, a ti te ha tocado vivir una época difícil y, sí, tiene mucho mérito que hayas sobrevivido, pero yo no tengo la culpa haber nacido en otra época distinta y de querer disfrutarla.
     Debo reconocer que tienes razón, hijo; todo lo que dices tiene mucha lógica y, además, me recuerda en gran medida las conversaciones que  tenía con tu abuelo cuando y tenía tu edad. Supongo que es un defecto que se adquiere con los años, el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor, o el resentimiento con el mundo por la juventud perdida; no sé, quizá se trate de una combinación de todas estas cosas, aunque la explicación que más me convence es la de la proximidad de la muerte.
     ¿Qué dices? ¿Acaso estás enfermo? ¿Te vas a morir?
     No, tranquilo. Claro que me voy a morir, como todo el mundo, pero no, no estoy enfermo, no me pasa nada. Simplemente estaba reflexionando en voz alta que, seamos sinceros, ya voy siendo mayor por lo que mi fin no debe de estar muy lejano y, ¿sabes una cosa?, me obsesiona la idea de que en pocos años mi paso por el mundo se haya olvidado porque no he hecho nada especial por lo que deba ser recordado en la posteridad. Por eso me he hecho escultor, porque me gustaría que alguna de mis obras me perdurase.
     ¡Padre, por favor, no divagues!, ¡estoy muy cansado!

     Cállate hijo, no seas desagradecido. Lo que estoy haciendo es aún mucho mejor que todo lo que he hecho hasta ahora, y no solo por la escultura. A mí se me recordará como escultor, pero a ti se te recordará porque tu rostro y tu cuerpo encarnarán nada más y nada menos que al dios sol del Mitrhas Tauroctono y ¡por favor, te agradecería que dejaras de tocarte constantemente el gorro frigio!, ¡se supone que estás degollando a un toro!

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