Alicante,
21 de Marzo de 1886
Mi
muy estimado y querido Emiliano; ¡amor de mi vida!. He recibido hoy tu carta
del pasado seis de Enero en la que me das cuenta de tu desesperado estado de
salud.
No
sabes cuánto siento tan malas nuevas, pero el hecho de no haber recibida
noticias más funestas desde entonces hace renacer en todo mi ser un rayo de
esperanza. Estoy completamente segura de que podrás sobreponerte al mal que te
aqueja y que pronto podrás viajar de vuelta a nuestra querida ciudad en la que
los benéficos aires mediterráneos obrarán en tu cuerpo y en tu espíritu como un
bálsamo. Todo ello, unido a los cuidados que estoy deseando prodigarte, harán
que termines de reponerte por completo para poder seguir con nuestros planes de
boda. ¡Lo conseguiremos amadísimo Emiliano, ya lo verás!
Por
otra parte, ya ves, no hay mal que por bien no venga; estoy confiada en que,
dado el precario estado en que te encuentras, te habrás quedado hospitalizado
en Cavite, o mejor aún hubiera sido que te trasladasen a Manila, que seguro no
está lejos y habrá mayores medios para luchar contra tu enfermedad; de esta
forma no habrás tenido que participar en la misión de las Islas Carolinas
contra la armada alemana, de tan siniestro presagio como me pronosticabas.
Supongo
que te habrás enterado ya. No sé si habrá sido gracias a la conversación – que
por cierto me propones en tu carta de forma admonitoria – que mi padre ha
tenido con el presidente Sagasta, pero la cuestión es que esta misma semana se
reúnen en Roma, con el mismísimo Papa, el ministro de la gobernación, Venancio
González y el canciller de Alemania, Otto Von Bismarck, para tratar de
encontrar una solución pacífica y negociada a la posesión de las dichosas Islas
Carolinas. Aquí todos confiamos en un acuerdo amistoso que evite cualquier tipo
de derramamiento de sangre que, como tu bien dices, amado mío, sería totalmente
nefasto para nuestras tropas.
Emiliano,
¡luz de mi vida!, no sé cuándo recibirás esta carta; ya ves que la tuya me
tardado en llegar más de dos meses. Desearía poder correr, nadar, volar a tu
lado y llevártela en mano; leértela en persona de viva voz mientras te lleno de
besos (dios mío, me estoy ruborizando); pero la mejor noticia sería que no la
recibieses porque ya estuvieras viajando de vuelta en estos momentos, viniendo
hacía mí, hacia nuestro futuro.
Ansío
y deseo ardientemente que llegue ese momento muy pronto.
Entre
tanto recibe un fuerte, muy fuerte, abrazo de tu amantísima
Rosaura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario