Concurso
de relatos breves #Picsvolunteers
Los
relatos breves deben tener una extensión
máxima de 600 palabras y deben comentar una de las cinco fotos que se
presentan.
Me llamo Elías y tengo nueve
años. Vivo en Qalile; a mí me parece que es un pueblo muy bonito, el más bonito
del mundo; aunque la verdad es que no conozco ningún otro. Mi padre, Bileal,
dice que más al norte hay pueblos mucho más bonitos que el nuestro, que
seguramente los descubriré cuando sea mayor, pero que, para eso, antes tengo
que ir varios años a la escuela y aprender todo lo que él no pudo aprender de
niño porque, como me suele repetir con frecuencia, cuando él era niño no había
escuelas en el pueblo y tuvo que trabajar para ayudar a sus padres. Mis
abuelos, cuenta mi padre, eran muy pobres, tenían muchos hijos que alimentar y
la tierra por aquel entonces, apenas daba lo suficiente como para subsistir, de
ahí que mi padre, que era el mayor, tuvo que ayudar desde muy chico.
Nosotros también somos muy
pobres, y somos varios hermanos. Yo, como mi padre, también soy el mayor de
todos ellos. Pero los tiempos han cambiado y mi padre puede desplazarse por
todo el Valle de la Bekaa en busca de trabajo, allá donde se encuentre. Yo le
pido que me lleve con él, que quiero aprender lo que él me tenga que enseñar,
que seguramente tendrá mucho más valor que lo que me puedan enseñar en la
escuela. Pero en eso él se muestra inflexible. Dice que cuando sea adulto lo comprenderé
y se lo agradeceré. Probablemente tenga razón; él sabe mucho y siempre la
tiene; pero yo no acabo de entenderlo.
De todas formas, cuando
tengo vacaciones en la escuela, o los fines de semana, me deja que le acompañe,
que le ayude, sea en el trabajo que sea. Esos días son los más felices que
tengo.
Recuerdo que hace tres años,
y a pesar de que yo era aún muy niño, en las vacaciones de verano me dejó
acompañarle al trabajo que tenía por entonces. Era muy lejos; yo jamás he
viajado tan lejos como entonces. Nos llevaron en unos camiones de la compañía
que había contratado a mi padre, por unos caminos tremendamente largos,
interminables, llenos de polvo; una auténtica aventura, tanto el viaje como el
mes que pasamos juntos en el yacimiento neolítico de Tell Labwe, treinta
kilómetros al norte de Baalbek, que según dice mi padre, que lo conoce, es un
pueblo precioso y muy grande, que debe tener al menos como diez Qalile juntos.
Desde entonces mi padre se
viene dedicando a emplearse como temporero en los viñedos. Cada vez hay más
viñedos en La Bekaa y, por lo que me dice mi padre, el vino de nuestra tierra
cada vez es más apreciado en todo el mundo. De esta forma, con suerte, tiene
trabajo durante casi todo el año.
Alguna vez, como ha pasado
hace unos pocos días, surge alguna oportunidad de trabajo distinta; y es que,
por lo que me han contado, que no me he enterado muy bien, parece ser que se ha
contratado el suministro de nueve minicargadores para nueve pueblos del norte
del Líbano, y entre ellos está el nuestro, ¡qué suerte! Así que han contratado
a mi padre y, como hoy no tenemos escuela, es el día del maestro, me ha dejado
que vaya con él al trabajo. Cuando estaba llevando unos tubos extraños y largos,
junto con mis amigos, un capataz de la empresa nos ha sacado una foto. Yo soy
el tercero, el de la camiseta verde.
Pamplona, 13 de Febrero de
2015
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