miércoles, 25 de febrero de 2015

INFANCIA EN EL LIBANO



Concurso de relatos breves #Picsvolunteers
Los relatos breves deben tener una extensión máxima de 600 palabras y deben comentar una de las cinco fotos que se presentan.



Me llamo Elías y tengo nueve años. Vivo en Qalile; a mí me parece que es un pueblo muy bonito, el más bonito del mundo; aunque la verdad es que no conozco ningún otro. Mi padre, Bileal, dice que más al norte hay pueblos mucho más bonitos que el nuestro, que seguramente los descubriré cuando sea mayor, pero que, para eso, antes tengo que ir varios años a la escuela y aprender todo lo que él no pudo aprender de niño porque, como me suele repetir con frecuencia, cuando él era niño no había escuelas en el pueblo y tuvo que trabajar para ayudar a sus padres. Mis abuelos, cuenta mi padre, eran muy pobres, tenían muchos hijos que alimentar y la tierra por aquel entonces, apenas daba lo suficiente como para subsistir, de ahí que mi padre, que era el mayor, tuvo que ayudar desde muy chico.

Nosotros también somos muy pobres, y somos varios hermanos. Yo, como mi padre, también soy el mayor de todos ellos. Pero los tiempos han cambiado y mi padre puede desplazarse por todo el Valle de la Bekaa en busca de trabajo, allá donde se encuentre. Yo le pido que me lleve con él, que quiero aprender lo que él me tenga que enseñar, que seguramente tendrá mucho más valor que lo que me puedan enseñar en la escuela. Pero en eso él se muestra inflexible. Dice que cuando sea adulto lo comprenderé y se lo agradeceré. Probablemente tenga razón; él sabe mucho y siempre la tiene; pero yo no acabo de entenderlo.

De todas formas, cuando tengo vacaciones en la escuela, o los fines de semana, me deja que le acompañe, que le ayude, sea en el trabajo que sea. Esos días son los más felices que tengo.


Recuerdo que hace tres años, y a pesar de que yo era aún muy niño, en las vacaciones de verano me dejó acompañarle al trabajo que tenía por entonces. Era muy lejos; yo jamás he viajado tan lejos como entonces. Nos llevaron en unos camiones de la compañía que había contratado a mi padre, por unos caminos tremendamente largos, interminables, llenos de polvo; una auténtica aventura, tanto el viaje como el mes que pasamos juntos en el yacimiento neolítico de Tell Labwe, treinta kilómetros al norte de Baalbek, que según dice mi padre, que lo conoce, es un pueblo precioso y muy grande, que debe tener al menos como diez Qalile juntos.

Desde entonces mi padre se viene dedicando a emplearse como temporero en los viñedos. Cada vez hay más viñedos en La Bekaa y, por lo que me dice mi padre, el vino de nuestra tierra cada vez es más apreciado en todo el mundo. De esta forma, con suerte, tiene trabajo durante casi todo el año.

Alguna vez, como ha pasado hace unos pocos días, surge alguna oportunidad de trabajo distinta; y es que, por lo que me han contado, que no me he enterado muy bien, parece ser que se ha contratado el suministro de nueve minicargadores para nueve pueblos del norte del Líbano, y entre ellos está el nuestro, ¡qué suerte! Así que han contratado a mi padre y, como hoy no tenemos escuela, es el día del maestro, me ha dejado que vaya con él al trabajo. Cuando estaba llevando unos tubos extraños y largos, junto con mis amigos, un capataz de la empresa nos ha sacado una foto. Yo soy el tercero, el de la camiseta verde.

 

Pamplona, 13 de Febrero de 2015



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